En el corazón de Galicia, concretamente en el municipio pontevedrés de As Neves, se celebra una de las tradiciones más sorprendentes —y también más macabras— del país: el “funeral de los vivos”, en honor a Santa Marta de Ribarteme.
Cada 29 de julio, las calles se llenan de música, incienso y… ataúdes ocupados por personas que aún están vivas. Los “resucitados”, como se les conoce, son personas que aseguran haber estado al borde de la muerte por enfermedad, accidente o milagro, y que participan en esta singular procesión para agradecer a la santa una segunda oportunidad.
Entre rezos, gaitas y curiosos turistas, los vivos son cargados por familiares o amigos mientras recorren el pueblo metidos en los féretros. Al llegar a la iglesia, escuchan misa desde dentro del ataúd antes de volver a salir, literalmente, “renacidos”.
Lejos de lo lúgubre, la jornada termina con una gran comida popular y fiesta hasta altas horas, en un ambiente que mezcla lo espiritual con lo festivo.
Esta tradición, considerada una de las más extrañas del mundo, ha sido protagonista de documentales internacionales y cada año atrae a cientos de visitantes fascinados por la peculiar manera gallega de mirar a la muerte… y celebrarla.